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¿Necesita la agricultura «nuevas tecnologías»?

Este artículo se publicó en el diario suizo Le Temps el 7 de septiembre de 2023, y puede consultarse aquí (en francés). En este artículo, Melik Özden, director del Cetim, responde al director de la multinacional de semillas Syngenta que promueve las nuevas tecnologías en la agricultura. Prefiere la agricultura campesina a las nuevas tecnologías, y llama a respectar los derechos campesinos.

En un artículo publicado en el periódico suizo Le Temps el 25 de agosto de 2023, Erik Frywald, Director General de Syngenta, aboga por las nuevas tecnologías en la agricultura para, entre otras cosas, alimentar a los hambrientos, garantizar la «seguridad alimentaria», reducir el impacto del sector en el medio ambiente y adaptar la producción agrícola a la crisis climática. En resumen, estas nuevas tecnologías de mejora genética (el nuevo nombre de los OGMs, también conocidos como tijeras genéticas) serían la solución a todos los males de la producción agrícola y la desnutrición. Hay buenas razones para cuestionar la validez de estos argumentos.

Aunque la mecanización y la quimización de la agricultura (por no hablar de la ganadería intensiva) condujeron inicialmente a un aumento de la producción agrícola, también han dado lugar a graves problemas que ahora son prácticamente insolubles: disminución de la calidad de los alimentos, contaminación del suelo y del agua, empobrecimiento de la tierra por los monocultivos y su desertización progresiva, pérdida de biodiversidad, despilfarro de agua, etc., por no hablar de su impacto sanitario y social, dado que cientos de millones de campesinos han tenido que abandonar el campo, voluntariamente o no, hasta tal punto que los centros urbanos albergan hoy a la mayoría de la humanidad.

La introducción de OMGs y/u otras tecnologías – incluida la digitalización – en la agricultura no ha hecho sino agravar esta situación, con semillas estériles, por ejemplo. Hay que recordar que, en general, estas tecnologías sólo pueden utilizarse a gran escala y en monocultivos (a menudo no alimentarios) si se quiere que sean «eficientes». Además, a diferencia de las prácticas agrícolas tradicionales, basadas en una experiencia milenaria, todavía no sabemos qué nos deparan las «nuevas tecnologías» desarrolladas en laboratorio. Y no olvidemos que, aunque se presenten como panaceas, estos enfoques obedecen a un único imperativo: obtener beneficios para los accionistas mayoritarios de las empresas que los desarrollan.

Además, no es la industria alimentaria intensiva la que alimenta a la humanidad (alrededor del 30% de la producción mundial de alimentos), sino la agricultura familiar (alrededor del 70%). El sistema alimentario dominante es también muy desigual: no hay escasez de alimentos en el mercado, pero cientos de millones de personas hambrientas simplemente no tienen ni acceso al mercado ni medios para comprarlos. También aquí se ven claramente las verdaderas intenciones de los defensores del sistema alimentario dominante que pretenden alimentar a la humanidad con la industria agroalimentaria y/o las «nuevas tecnologías».

Las empresas transnacionales activas en este sector constituyen otra amenaza para las y los agricultores familiares, ya que tienden al monopolio de la cadena alimentaria, tanto en términos de producción (semillas e insumos, por ejemplo) como de venta (distribución). Estas entidades tienen una gran capacidad de presión sobre los responsables políticos, incluso en el seno de las organizaciones internacionales (OMPI, FAO, OMC y ONU, en particular).

La producción agrícola de alimentos de calidad debe cumplir los siguientes imperativos: preservación del suelo y la biodiversidad, ahorro de agua, producción que responda a las necesidades de las poblaciones afectadas, sostenible, justa, accesible y no especulativa. En otras palabras, la producción de alimentos debe responder a los criterios de la agricultura campesina y la agroecología, estar exenta de productos químicos nocivos tanto para el ser humano como para el medio ambiente y aspirar a la soberanía alimentaria. Esto es lo que la agricultura familiar viene haciendo desde hace milenios para alimentar a la humanidad. Por eso nos interesa apoyarlas, y por eso necesitamos crear las condiciones adecuadas para que puedan continuar su trabajo y vivir dignamente, de acuerdo con la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos1. Cualquier investigación en este ámbito debe llevarse a cabo en concertación con las personas afectadas (agricultores familiares) y con el apoyo de las autoridades públicas.


1Ver el libro de CETIM sobre la Declaración : https://www.cetim.ch/wp-content/uploads/La-Declaracion-de-la-ONU-sobre-los-derechos-de-lo.a.s-campesino.a.s.pdf

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