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El espíritu de Bandung y la UNDROP

Presentación en el Debate público: conmemoración del septuagésimo aniversario de la Conferencia Asia-África, el 29 de abril de 2025. Shalmali Guttal es miembro del Grupo de Trabajo de la ONU sobre UNDROP. Forma parte de una serie que conmemora el 70 aniversario de la Conferencia de Bandung de 1955. Punto de inflexión en la solidaridad anticolonial y Sur-Sur, el legado de Bandung perdura en las luchas mundiales actuales por la justicia y la autodeterminación. Lea el resto de la serie aquí.

Hola a todos. Me llamo Shalmali Guttal. Soy miembro del Grupo de Trabajo sobre la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los campesinos y otros trabajadores rurales. Me uno a ustedes desde la India.

La Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos (UNDROP) fue adoptada por el Consejo de Derechos Humanos (CDH) y la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2018, mientras que el Grupo de trabajo para su aplicación se estableció en abril de 2024.

Es un honor doble para mí que me hayan invitado a dirigirme a ustedes en esta conmemoración en Indonesia, cuyos líderes crearon e impulsaron la Conferencia Asia-África en Bandung en 1955, y la UNDROP varias décadas después. Hay algunos paralelismos considerables entre la Conferencia y la Declaración que quisiera recalcar:

Fue un líder indonesio, Ali Sastroamidjojo, quien propuso una conferencia de líderes de países recién descolonizados en Asia y África, la cual se llevó a cabo como la Conferencia Asia-África del 18 al 24 de abril de 1955, tras una reunión preparatoria en Bogor en diciembre de 1954. La Conferencia de Bandung dio como resultado la creación del Movimiento de Países No Alineados, la creación del G77 y un nuevo espíritu de solidaridad y cooperación entre todas las regiones del Sur Global.

Fue otro líder indonesio, Henry Saragih, de la Federación de Campesinos de Indonesia (Serikat Petani Indonesia, SPI), quien lanzó los debates, a principios de los años 90 del pasado siglo, con los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad civil sobre la importancia de articular, llevar a cabo y defender los derechos campesinos. Dichos debates se intensificaron en los años siguientes en La Vía Campesina (LVC) y dieron como resultado una carta de los derechos del campesinado elaborada por SPI en 2002, para luego elaborar una declaración más amplia sobre los derechos campesinos redactada de manera conjunta por otras organizaciones miembro de LVC: ésta presentó la declaración al Consejo de Derechos Humanos de la ONU en agosto de 2008.

A partir de ese año, SPI y LVC establecieron alianzas y obtuvieron el apoyo de muchos otros movimientos sociales, organizaciones de la sociedad civil, expertos en derechos humanos y Estados del Sur Global miembros de la ONU. Tras un periodo de negociaciones muy intensas en el seno del Consejo de Derechos Humanos de la ONU del 2013 al 2018, el CDH y la Asamblea General adoptaron la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos en 2018.

Se considera que la UNDROP es una “declaración de la ONU” al haber recibido el respaldo de dicha organización, pero sigue siendo fundamentalmente una “carta de derechos campesinos”: no fueron los Estados los que lanzaron el proceso, sino el mismo campesinado con el apoyo de sus organizaciones representativas; y no fueron los Estados los que dieron forma a su contenido, sino las y los campesinos y su conocimiento de primera mano sobre la discriminación, opresión y exclusión social que han sufrido y sufren a diario. Esto es patente en la inclusión de los conceptos de la soberanía alimentaria, la agroecología, la regulación de los mercados, la protección de los trabajadores rurales y migrantes sin importar su condición, los derechos de las mujeres rurales, el derecho a las semillas y a la biodiversidad, a la tierra, el agua y los recursos naturales, a la participación, a la justicia y muchos otros derechos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales en la UNDROP.

El Grupo de trabajo de la Declaración agradece calurosamente a todos los movimientos sociales que se han involucrado en el proceso de negociación de la UNDROP por su apego y claridad de miras: la Declaración no habría visto la luz sin su compromiso inquebrantable con la aplicación igualitaria y efectiva de los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos los individuos y grupos que viven y trabajan en las áreas rurales. Es en esta línea que el grupo de trabajo eligió a nuestra primera Presidenta-relatora, la señora Geneviève Savigny, quien es también campesina y participó muy activamente en las negociaciones que dieron como resultado la adopción de la UNDROP.

De la misma manera que las 29 naciones independientes representadas en la Conferencia de Bandung de 1955 albergaban a más de la mitad de la población del mundo, los titulares de los derechos de la UNDROP también representan a más de la mitad de la población mundial actual, entre los cuales se cuentan campesinos, pescadores, pueblos indígenas, pueblos nómadas rurales, pueblos selváticos, pastores, trabajadores migrantes y rurales en sistemas alimentarios y agrícolas y mujeres rurales y sus familias. El artículo 1 de la UNDROP establece la amplitud y diversidad de los derechohabientes de la Declaración, y las mujeres rurales sobresalen como una categoría que se enfrenta a discriminación interseccional y a continuas violaciones de sus derechos.

El “espíritu de Bandung” se convirtió y sigue siendo un estandarte para las ideas del anticolonialismo, el antiimperialismo, la paz, la soberanía, la autodeterminación, la solidaridad y la cooperación Sur-Sur para crear economías internas robustas basadas en la igualdad, la justicia y la dignidad para todos los pueblos.

Estos ideales no los concibieron los líderes nacionales que participaron en la Conferencia de Bandung, sino que emergieron y se formaron a partir de los esfuerzos de los pueblos africanos y asiáticos en primera línea de la lucha por la liberación del colonialismo y la resistencia al imperialismo y que dieron sus vidas por la libertad. Entre ellos hubo campesinos, pueblos indígenas, pescadores, obreros y las clases trabajadoras, intelectuales, mujeres de diferentes clases y condiciones, comerciantes locales, abogados y muchos más.

Por desgracia, los héroes del espíritu de Bandung no estuvieron presentes en la Conferencia de 1955: fue notoria la ausencia de las mujeres incluso entre los líderes, cuando tantas de ellas estuvieron a la cabeza de la lucha por la libertad en sus propios países. Algo incluso más lamentable es que las décadas después de Bandung no trajeron consigo la paz, la liberación del colonialismo y la autodeterminación para todos: en muchos países, los beneficios de la liberación y la independencia quedaron circunscritos a clases, castas, razas, etnias y religiones particulares, y las mujeres quedaron con frecuencia relegadas.

A medida que las antiguas potencias colonizadoras se reagruparon en las décadas siguientes, el espíritu de Bandung se vio minado por la satanización y la persecución política, la penalización de las ideologías de la liberación y el uso de políticas financieras y económicas (tales como el comercio y el crédito) como armas que recreaban estructuras mundiales de colonialismo, imperialismo y esclavitud. Los ideales de Bandung de cooperación Asia-África en materia de agricultura, desarrollo rural, transferencia de tecnologías e industrialización se dejaron de lado, mientras que los modelos de desarrollo nacionales se vieron afectados por el neoliberalismo y la expansión del poder de las empresas transnacionales en la economía, las finanzas y el gobierno. Los países del Sur Global se han reagrupado mediante los BRICS y las organizaciones regionales, pero la competición ha reemplazado a la cooperación y a la solidaridad: los intereses geopolíticos y geoeconómicos han secuestrado y reinterpretado los diez principios de Bandung.

Revivir el espíritu de Bandung en el contexto actual exige una atención urgente a asuntos pendientes desde hace tiempo: la reforma agraria y los derechos de las clases trabajadoras rurales a la tierra, al agua y a sus territorios; la seguridad alimentaria y el derecho a la alimentación y a la nutrición; empleos estables y seguros y los derechos de los trabajadores; la protección social y un acceso seguro a los bienes y servicios fundamentales; sistemas económicos y políticos que sirvan y respondan a las necesidades de las personas vulnerables y que resuelvan las condiciones estructurales de la vulnerabilidad para impedir que se repitan los círculos viciosos de la pobreza y la carencia; proteger los ecosistemas, la biodiversidad y el medioambiente; enfrentarse a la deuda y al cambio climático mediante los principios de la justicia y la responsabilidad histórica; desmantelar las estructuras de discriminación histórica entre las etnias y los géneros y poner fin a la colonización y a las actividades de extracción abusiva que siguen dejando a los pueblos en la miseria.

La UNDROP y demás instrumentos internacionales de derechos humanos son herramientas importantes para reconstruir el espíritu de Bandung en las coyunturas política, económica y medioambiental actuales. Conforme el mismísimo multilateralismo cede terreno frente a la presión de diferentes sectores y partes interesadas, de medidas unilaterales por parte de un puñado de entidades influyentes y de alianzas cínicas entre ciertos países, la arquitectura internacional de los derechos humanos le ofrece a todos los pueblos del mundo la capacidad de reconstruir un multilateralismo popular basado en la justicia, la igualdad, la no discriminación, la paz, la dignidad y la autodeterminación. La UNDROP y demás instrumentos de derechos humanos pueden fungir como normas éticas y como criterios para evaluar las leyes, normativas, instituciones y medidas nacionales, regionales e internacionales.

En la coyuntura actual, las personas en primera línea en las luchas por la liberación de las innumerables crisis interrelacionadas de nuestro tiempo (el hambre, la pobreza, la desigualdad, el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, el autoritarismo, los conflictos y la ocupación militar, la violencia y la injusticia sociocultural y basada en género y la extracción abusiva de recursos) son las clases trabajadoras, los campesinos y los proveedores de alimentos a pequeña escala, los trabajadores, los pueblos indígenas, las mujeres, los estudiantes, los periodistas, los abogados, los profesores universitarios, los parlamentarios y las organizaciones de la sociedad civil.

A pesar de enfrentarse a la persecución por parte de regímenes autoritarios, fascistas, patriarcales y oligárquicos, los héroes modernos (al igual que los héroes que lucharon por nuestra liberación del yugo colonial) no abandonan el campo de batalla: la UNDROP y demás instrumentos de derechos humanos les dan visibilidad, les permiten proteger sus vidas y sus esfuerzos y les proporcionan cimientos sobre los cuales reconstruir el espíritu de Bandung.

Para los miembros del Grupo de trabajo, la UNDROP representa un nuevo comienzo, un cambio de paradigmas hacia una sociedad más inclusiva que reconozca y valore la contribución fundamental del campesinado y de las personas que trabajan en áreas rurales en la lucha contra la pobreza, el hambre, la explotación y la persecución en todas sus formas y dimensiones, en la protección del medioambiente contra la polución y la destrucción, en el cuidado y regeneración de la biodiversidad fundamental para la vida en la Tierra, en el progreso económico y social de nuestras sociedades y en el logro de vivir en países justos, inclusivos y pacíficos en donde se protejan los derechos de todos por igual.

En nombre del Grupo de trabajo de la UNDROP, exhorto a los gobiernos, a los movimientos sociales, a la sociedad civil, a las universidades, a los parlamentarios y a toda persona comprometida con la igualdad, la justicia, la paz, la dignidad, los derechos humanos y la autodeterminación a apoyarnos en la aplicación de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Campesinos.

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